Extracto del libro 6 de la Metamorfosis de Ovidio. 1-129
“…Aracne—soberbia, no le agradeció [a Atenea] el regalo obtenido gracias al arte de tejer la lana. Era una chica que no tenía fama ni por lugar de nacimiento, ni de familia, solo por su habilidad. Era bien sabido que su padre vivía en el Colofón de su humilde profesión: teñía de púrpura pieles de oveja. Su madre, también de la clase baja, murió. Aracne, que vivía en una ciudad de montaña, gano tanta fama en las Tierras Lidias por su habilidad, que un sin numero de curiosas ninfas, ansiosas de conocerla, abandonaron los frondosos viñedos de Timolus; incluso se iban de las frías corrientes del brillante Pactolus para admirar su trabajo o para contemplar sus habilidosas manos manejando la lana. Tan agraciados eran sus movimientos, fuera hilando la lana en pequeñas bolas, o examinandola con la punta de los dedos o ablandando la recién cortada pelambre hasta convertirla en hilos finos o ajustando las agujas del telar con su enérgico pulgar o bordando y tejiendo las prendas, en todos sus movimientos uno podía percibir cuanto la había instruido Minerva [Atenea]: pero Aracne negaba que jamás lo hubiera hecho, porque le desagrada la idea de compartir el crédito. Solía decir:
- Déjala que venga a competir conmigo. Si su habilidad es superior a la mía, yo entonces abandonare todo-
Minerva la escuchó y se le acercó, habiendo tomado la forma de una anciana de largos cabellos grises; en una mano sostenía un bastón para ayudar en el paso a sus débiles miembros. Parecía una mujer débil, muy anciana. Le dijo con una voz temblorosa :
-La vejez no es la causa de todos los males; la experiencia llega con los años y por eso no deberías despreciar mis palabras. No es malo que busques la admiración de los mortales mientras tus ágiles dedos trabajan la suave lana, pero no deberías despreciar la habilidad de Minerva. Reza para que te perdone. Te perdonara si se lo pides.-
Aracne frunció el ceño en una expresión de furia. Miro a la diosa, mientras abandonaba su trabajo. A penas pudo contener su mano amenazadora y, temblando en su enojo, te respondió a ti, Minerva disfrazada.
- Tonta y estúpida, agotada y senil en tu paralizante edad. Tu edad avanzada es tu enfermedad. Que tus hijas y sus esposos, si los dioses te han bendecido, se beneficien de tus palabras. Por mi parte, el conocimiento que tengo es suficiente; no te creas que tus consejos me sirven para algo. Sigo deseando lo mismo. Lárgate y dile a tu diosa que venga ella misma y que no evite el desafío-
En ese instante, la diosa dijo: -¡Minerva viene a ti!- y con esas palabras dejo de lado la figura de la anciana y se mostró tal cual era.
Las ninfas y matronas del lugar se inclinaron, pero no Aracne, que se mantuvo desafiante. Al principio se sonrojo, luego su puso pálida, y por ultimo volvió a sonrojarse. (...) Se precipitó de todas formas a su destrucción, porque no cejaba en su deseo de obtener la victoria. Tampoco lo hacia la hija del poderoso Júpiter [Zeus]: ya no quiso retrasar la competencia con palabras y no dudo.
Las dos, al instante, se pusieron en sus puestos, estiraron las telas y separaron los hilos con finas cañas. Ajustaron los costados y prepararon los extremos con las lanzaderas, y trabajaron con sus ágiles dedos, siempre cercanos y metidos en la urdimbre, para que las agujas penetraran los hilos. Las dos, presurosas, se ciñeron las prendas cerca del pecho y movían sus habilidosos brazos, distrayendo la fatiga con entusiasmo. (...) Y las telas, dibujadas, pintadas en cientos de colores, harmoniosos y contrastantes, impregnados en oro: allí, formadas con brillantes hilos, aparecieron relatos de historias antiguas.
Minerva representó la Colina ateniense, donde el anciano Cecrops construyo su ciudadela y bordo el nombre del gran acontecimiento. Doce dioses rodeaban a Júpiter en soberbios tronos; sus rostros estaban tan bellamente dibujados que a cada uno se lo podía distinguir. Júpiter aparecía como líder entre estos jueces divinos. Allí aparecía Neptuno [Poseidón], guardián del océano, compitiendo con Minerva. Mientras golpeaba la Roca con su largo tridente, un caballo salvaje emergía de la tierra y el dios se lo dio al hombre. Demandaba el derecho de nombrar la nueva polis en honor al regalo dado. Y luego ella dibujo un retrato de si misma, con escudo y lanza de afilada punta, con un casco en su mano, su pecho cubierto por la Aegis: allí golpeaba la tierra con su lanza y emergió el olivo, pálido y lleno de brotados frutos. Y esos doce dioses, juzgaron que el olivo era un mejor regalo que el caballo que Neptuno dio a los hombres.
Y para que Aracne, que rivalizaba con su fama, comprendiera la locura de su desafío por los grandes hechos de la historias pasadas, y cual era la recompensa por desmedida presunción, Minerva tejió en las cuatro esquinas vividas imágenes de competencias, coloridas, pero pequeñas. En una de estas estaban las montañas nevadas Rodope y Haemus, que fueron transformadas de humanos a rígidas rocas cuando quisieron ir más alto de lo que debian, rivalizando con las deidades. En otro extremo dibujo a la Pigmea, reina a quien la furiosa Juno [Hera] transformo en grulla porque se quiso igualar a los dioses; le fue ordenado que comenzara crueles guerras entre sus súbditos. En el tercer rincón, tejió la historia de Antígona, que se atrevió a compararse a Juno, reina de Júpiter, y la dibujo convertida en una tonta y parlanchina cigüeña que presumía su belleza con un feo pico; a pesar del poder de Ilion y de su padre Laomedón, de sus hombros emergieron blancas alas. Y cuando el tercero estuvo terminado, faltaba terminar uno y allí Minerva tejió hábilmente la historia del padre Cinyras quien lloraba en los escalones del templo, donde alguna vez había vivido su hija. Adornó luego los bordes con diseños del pacifico olivo, su árbol querido, y termino el trabajo.
Aracne, de Macedonia, tejió primero la historia de Europa, cuando el toro la engañaba, y tan perfecto era el tejido que parecía un toro real. Europa miraba hacia la orilla que acababa de abandonar y, alarmada, llamaba a sus compañeras y encogía las piernas, como si temiera tocar las aguas, sentaba en la espalda del toro. También tejió a Asteria atrapada por el águila; debajo de las blancas alas del cisne represento a Leda recostada junto a la corriente del río; mostró a Júpiter bailando como un sátiro mientras buscaba a la bella Antiope, quien le dio gemelos; lo mostró también cuando engaño a Alcmena; y como cortejo amorosamente a Danae relacionándose con ella en la forma de una lluvia dorada ; y a la pobre Aegina confundida entre las llamas y a Mnemosyne la engaño convertido en pastor; a la hermosa Proserpina, rodeada por él en la forma de una serpiente moteada. Y en su tejido, Aracne tejió escenas con Neptuno: primero lo represento convertido en toro, cuando estaba enamorado de la virgen Arne; después convertido en Enipeus cuando los gigantes gemelos fueron concebidos; y como el carnero que tuvo relaciones con Bisaltis; convertido también en caballo amado por Ceres [Démeter], la de cabellos dorados, la generosa madre del trigo; y como el pájaro que cortejo a la Medusa de cabellera de serpiente, madre del caballo alado; y como delfín, jugueteando con la ninfa Melanto. Todo aquello lo tejió. Y también mostró a Apolo, convertido en varias formas: como cuando parecía un campesino; como cuando se convirtió en halcón y luego en moteado y fuerte león; y cuando engaño a Isse convertido en joven pastor. Y allí hizo a Baco [Dionisio], transformado en un gran racimo de ficticias uvas, engañando a la hermosa Erigone. Y representó a Saturno [Cronos], como un semental, padre de Quirón. Y luego Aracne, para dar por terminado el trabajo, tejió alrededor de la tela diseños de flores y hojas entrelazadas.
Minerva no pudo encontrar ninguna marca ni error-ni siquiera la Envidia puede censurar el arte perfecto—. Enfurecida porque Aracne tenia semejante habilidad, destrozo el tapiz y despedazo las escenas que mostraban las reprobatorias acciones de los dioses; y con una caja golpeo a la infeliz mortal en la cabeza tres veces y aun una cuarta vez. Y el espíritu de Aracne no quiso tolerar el merecido castigo, y se entristeció tanto que se ató una soga al cuello e intentó ahorcarse. Minerva, sintiendo compasión, la salvo de tan amarga muerte; pero todavía estaba enojada y le dio diferente sentencia:
-Aunque te dejare vivir, malvada, tu destino será colgar de una cuerda, y los demás te tomaran de ejemplo ya que tu castigo durara por siempre-
Y mientras esto decía y antes de desaparecer de la vista de su victima, la baño en un liquido, extracto de las hierbas de Hecate. Entonces, todo su cabellera se cayo, desaparecieron su nariz y sus orejas y su cabeza se encogió rápidamente como así su cuerpo, haciéndose diminuta. Sus delicados dedos se juntaron a los costados como delgadas y largas piernas; todas las demás partes fueron absorbidas por su abdomen de donde saco un delgado hilo y desde entonces Aracne, la araña, teje su tela.
Imagenes Disponibles
Aracne y Atenea (lapiz-Esfumino)